Una de las principales preocupaciones de las mujeres con esclerosis múltiple es la maternidad. También lo era la mía hasta el pasado diciembre cuando tuve a nuestra primera hija Lara.
Por diciembre de 2013 se lo planteamos al neurólogo, llevaba más de un año sin brotes gracias a Gilenya así que no se pudo negar aunque no le hacía gracia. Nos consiguió una cita con fertilidad en el mismo hospital y al hacernos las pruebas salió que tenía pocos óvulos y que si quería ser madre tenía que darme prisa. ¡Así que manos a la obra!
Primero hay que pasar 3 meses sin medicación para limpiar el organismo de Gilenya.
Después empecé con Copaxone, es la medicación que más se ha probado durante el embarazo y no parece tener efectos sobre el feto (aunque no está probado). Por si tardaba en quedarme, cosa que no pasó, tuvimos mucha suerte ¡A la primera!
El primer test positivo fue en abril y salía de cuentas el 31 de diciembre.
En agosto tuve un brote. Se supone que no debe pasar porque el embarazo te protege. Pero un día amanecí con medio cuerpo dormido. Muy malas noticias para el neuro, mi enfermedad es muy activa y un brote en el embarazo es mala señal así que me hizo tomar corticoides y volver al Copaxone. Los corticoides no son peligrosos para el feto, se les administra a los prematuros para madurar los pulmones y están bastante probados en embarazadas. Con el Copaxone hay menos experiencias pero las que hay no muestran peligros para el feto y menos en el tercer trimestre.
Imaginad qué palo fue, no quería tomar nada que pudiese dañar al bebé pero el neuro y Javi fueron muy tajantes.
A esto se añadía algo más personal que no tiene que ver con la em. Mi relación con mi hermana y mi padre no es buena. Perdí a mi madre en 2011 y nuestro grupo de amigos que no es muy niñero empezó a alejarse (aunque no todos). Me sentí muy sola algo que muchas otras madres reconocen haber sentido.
Pero puedo decir unas cuantas cosas divertidas también. Nunca me he reído tan a gusto, benditas hormonas, tenía un pelazo y una vez en el extranjero, una extranjera me cedió el asiento (en España por supuesto que no).
El parto fue por cesárea el 25 de diciembre tras 8 horas de dilatación en el paritorio. Allí una sorpresa desagradable: la anestesista no quería ponerme la epidural por posibles problemas para mi esclerosis. Para mis adentros pensaba… si me han hecho dos punciones lumbares (de las que ya hablaré) y tengo un brote embarazada, qué me importa un pinchazo más.
Después de insistir mucho firmé un consentimiento que me hacía responsable y por fin me la pusieron. Al hablarlo con el neurólogo me dijo que no había ningún problema con la epidural pero imaginad el disgusto en ese momento de nervios.
Con el primer llanto todo el miedo se transformó en emoción y al ver su carita y saber que todo había ido bien y estaba sana, me embargó una gran alegría, unas tremendas ganas de llorar y agotamiento.
El postparto ha sido duro. Tomé corticoides el día después y 15 días después otra vez, es el protocolo, pero eso no evitó el brote. La resonancia mostraba unas 10 lesiones nuevas en el cerebro. Los corticoides no fueron suficientes. Al mes tomé corticoides de nuevo. Estaba cansadísima y tenía muchos dolores.
Unas semanas después otro brote me dejó una pierna con muy poca movilidad. La resonancia mostraba otras 5 lesiones nuevas en el cerebro y una en la médula. Otra vez corticoides y esta vez también plasmaféresis y la propuesta de iniciar el tratamiento con Lemtrada.
A pesar de todas las complicaciones estamos muy contentos de tener a Lara y su sonrisa me da fuerzas para afrontar los retos que vienen.